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miércoles, 6 de enero de 2010

EL GOLPE CERTERO DE DADD.

Comienzo esta serie de "extravíos", dedicada a obras de artistas que se desviaron de las líneas y los discursos establecidos en su tiempo. En la mayoría de los casos, afloran en esta creatividad algún tipo de enfermedad mental. El motivo de esta investigación no es otro que contrastarlos con los "normales" de su época, abriendo interrogantes en ambas orillas: especímenes sabrosos para los devoradores de Foucault.
Debo el conocimiento de este cuadro a mi amigo Ale, musicólogo del rock aunque él no quiera, que me descubrió el origen del extraño e hipnótico tema de los comienzos de la carrera de Queen, "The Fairy Feller´s Master Stroke", con el que tanto deliramos en la adolescencia y nombre del cuadro de este primer artista al que dedicaré la primera entrada: Richard Dadd
Richard Dadd (1817-1866) zarandeó su vida sobre la superficie del pacífico estanque victoriano, húmedo lecho último de Ofelia. Resultado de una ingesta en grandes dosis de estupefacientes durante su viaje de acompañamiento por Oriente, al abrigo del mecenas Sir Thomas Philips -a la que se sumó a un historial genético propicio- Dadd se convirtió en siervo de Osiris al descifrar un lenguaje oculto en el característico sonido de la pipa de agua al ser fumada (asunto no del todo contrastado). Lo cierto es que, -según sus manuscritos- la diosa le encomendó en sus "mensajes" la tarea de eliminar a diversos siervos del Maligno, el primero su propio padre. No pudo continuar con la lista y, tras el homicidio, ingresó en diversos sanatorios, donde se dedicó a la ilustración y la pintura. Producto de su estancia en Bethlem´s Hospital desarrolló, entre otros trabajos, esta pintura a la que dedicó el tiempo transcurrido desde 1855 hasta 1864.
Rossetti y otros prerrafaelitas iban a visitarlo al sanatorio-cárcel durante esos años y resulta evidente el interés común por la temática mágica y el mundo Shakespeariano que profesaba tanto Dadd como sus admiradores.
Pero más allá de asuntos de estilo, me gustaría dejaros algunas reflexiones personales al hilo de este pequeño cuadro (67x52,5) expuesto en la Tate londinense.

Hay algo que comparte este lienzo con "El Jardín de las Delicias" de El Bosco. No es de extrañar que Dadd conociera el cuadro, puesto que la escuela flamenca y el cuattrocento eran objeto de interés para la sensibilidad de la época. Pero lo que inquietantemente comparten ambos casos es la construcción de una perspectiva plana, sin fuga, donde los objetos y personajes parecen levitar; una suerte de constelación de figuras sobre un fondo nebuloso que no permite entender el sentido de la gravedad. Este sistema nos incluye dentro de la escena de una manera efectiva, puesto que la temática de la pintura no responde a asuntos terrenales, sino más bien religiosos o mágicos y la sensación ingrávida le es propicia. En el caso de El Bosco, la construcción en tríptico permitia al espectador colocarse en el centro del objeto-cuadro, insistiendo en esa participación ilusionista, en la que las figurillas (que nunca miran al espectador) pululan a nuestro alrededor: el tríptico, que cerrado representa un firmamento negro, acompañó a Felipe II en su cámara privada de El Escorial, cuadro muy querido por él, un objeto íntimo. En el caso de Dadd, creo que el tamaño vuelve a ser fundamental, es decir, el cuadro como objeto: el formato viene a ser dos cabezas humanas y, colocado a una altura baja, a los ojos, produce la sensación de estar asomándose a una escena escondida. Los arbustos en primer plano , casi apartados con la mano, acentúan esa sensación de voyeurismo y sus líneas oblicuas aún deshacen más la sensación de perspectiva. De nuevo, los personajes no se presentan al espectador, hasta el punto que el propio leñador, en el centro del cuadro, está de espaldas a nosotros. El hacha se dirije a una nuez (nut, un término coloquial destinado a los mal de la cabeza) que, como ocurre en el de El Bosco, posee un tamaño como objeto reconocible que entra en conflicto -por enanismo o gigantismo- con las figuras antropomórficas. En ambos casos, la sensación abismal -casi terrorífica- del movimiento detenido mantiene la tensión de la escena y resulta imposible pretender imaginar el siguiente segundo: cárceles del tiempo.

Más allá de temáticas, en las que podemos cruzar desde Tolkien hasta el comic (Neil Galman ya se interesó por este cuadro) creo que el universo de la abstracción encuentra en estos cuadros un claro antecedente, en lo que se refiere a la gravedad (el peso) de lo pintado o dibujado.
En definitiva, más leña -cortada a hachazos- para las genealogías de lo monstruoso de Monsieur Foucault.
Añado un clip del tema de Queen, en la que el cuadro aparece como contraportada del single y cuya letra hace referencias a diversos personajes de las obras de Shakespeare.



7 comentarios:

  1. Voy a ser la primera en comentar... ;-)

    Te encontré en el ciberespacio, mago! :-D

    Ánimo en tu andadura y yo que lo vea. Cuando me digas, te enlazo.

    Besos sorpresa de la candela.

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  2. Gracias Cande, me has pillao con las manos en la masa todavía, pero espero que te haya gustado la prueba. Es maravilloso tenerte, aunque sea, aquí. Un beso, maestra.

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  3. Debo empezar agradeciéndote, hermano, que me califiques de "musicólogo del rock", pero mucho me temo que no llego más que a simple conocedor; aunque muy interesado, eso sí...
    Me encanta la elección de tu primer comentario y cómo lo has "destripado" (en el sentido intelectual del término) exponiendo sus interioridades artísticas y, por qué no, musicales. Agradezco también las numerosas referencias que hacen que lo entienda mejor.
    Esta pintura es francamente inquietante, una fascinante ventana a la locura... Me hubiera gustado saber qué pensaba Syd Barrett de este cuadro, jejeje...
    ¡¡Que grandes aquellas escuchas de Queen en la Vieja Casa!!

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  4. Gracias por la visita,Ale y espero que no se quede en la novedad...la verdad es que el tema de Dadd es tremendo. He descubierto un artículo de Fernando Savater sobre él (donde desmiente la versión pipa de la locura, que creo que se basa en unos dibujos que Dadd realizó durante su estancia en Egipto)...El mismísimo Octavio Paz comenta del cuadro:"La espera es eterna: anula el tiempo; la espera es instantánea, está al acecho de lo inminente, de aquello que va a ocurrir de un momento a otro: acelera el tiempo"
    No lo había leído anteriormente, pero me alegra coincidir con Don Octavio (jeje)...
    Dejo el link del artículo
    http://www.elpais.com/articulo/cultura/pasion/Richard/Dadd/elpepicul/19860124elpepicul_3/Tes/

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  5. "La espera es eterna: anula el tiempo; la espera es instantánea, está al acecho de lo inminente, de aquello que va a ocurrir de un momento a otro: acelera el tiempo": esa cita es tremenda y el artículo, en genral, me ha parecido muy bueno también. "Su imaginación se desbocó por rumbos sublimes y peligrosos", dice Savater, y yo creo que si no es así, el Artista lo tiene difícil para Crear. Ahora, las consecuencias no siempre son buenas para la salud, en muchos sentidos...
    Al hilo de ese pensamiento, sería interesante estudiar cómo han mediado ciertas sustancias o “estados” mentales en las creaciones de algunos artistas.
    Me ha sorprendido que el artículo sea de 1986. Imagina que hubiera caído en nuestras manos en aquellos tiempos, hubiéramos flipado con las conexiones, jejeje...
    Y no, espero que mis visitas no se queden en la novedad.

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  6. El libro de Octavio Paz se titula "El mono gramático" y -por lo leído en artículos- trata sobre la idea de vacío en la modernidad, poniéndola en confrontación con la idea de lleno de la poesía hindú (hola?)...a ver si lo pillo, porque ya me he picado..momento místico...

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  7. (¡¡que grandes, si¡¡....yo las recuerdo con gran nostalgia).......Me ha gustado esta primera toma de contacto.....por cierto, yo tambien conocía lo del cuadro, y gracias por hacerme volver a escuchar esa locura

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